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Capítulo 1. Feliz peor día. (Parte 1.)

By : Haika


Él creía que, por un momento, dejaría de ser torturado por sus orígenes y por su sangre. Por aquella maldita estirpe y ese ADN modificado. Pero, como siempre, no fue así. Debió aprender la lección años atrás, cuando sus seres queridos le vendieron por un simple suspiro efímero de felicidad. Pero, como siempre, volvía a caer en la fina tela de araña.
Cédric se encontraba atado a una silla en una especie de zulo mal iluminado, alumbrado por una lámpara parpadeante y débil que colgaba de un hilo del techo. Todo era tétrico, y mejor no hablemos de aquellas sonrisas de dientes blancos que les mostraba el gesto más torcido y miserable que podría haber visto en el mundo real. Porque en sus pesadillas sí que les perseguía. Y lo harían. Ah, que si lo harían...
—¿Has despertado ya, bello durmiente?—dijo uno de los secuestradores. 
Su voz sonaba jocosa, como si estuviese apunto de estallar en carcajadas. El pelirrojo, que ya había pasado por dos desmayos a causa del dolor y del shock, ladeó la cabeza para mirar fijamente a los ojos del desgraciado. El cabecilla del grupo de mercenarios al que creía pertenecer era cruel, retorcido y siniestro; pero Cédric solo se dio cuenta de esas facultades en ese momento. 
—¿Qué queréis de mí?
—¡No te hagas el tonto!
Una mujer de cabello rubio y cicatriz cercana al rostro le dio un puñetazo en el estómago, haciendo que Cédric soltase un pequeño gemido de dolor. Por la comisura de los labios se deslizó una hebra de color escarlata y no pudo evitar toser.
—¿Crees que vamos a tragarnos tus mentiras?—continuó hablando y soltó una risotada—. No me hagas reír. Nos contaron que tenías los genes de tu padre, pero nunca pensé que el hijo del gran Legere pudiera ser tan estúpido. Ahora, dinos el escondite de ese malnacido.
El pelirrojo frunció los labios y cerró los ojos. Eso, para los torturadores, supuso un nunca. Uno de ellos alzó una mano para golpear su cabeza, pero la rubia al instante lo detuvo.
—No golpees su cara, es lo único bueno que tiene. Si quiere mantenerla igual de bonita, tendrá que hablar.
Aquellas palabras iban dirigidas para clavarse en Cédric como estacas de hielo en sus costados, pero solo sonsacaron una media sonrisa por su parte.
—¿Sabes, Demelza? Podría besarte ahora mismo, pero estando atado es complicado.
—Tú podrías besar a cualquiera que esté a tu lado si tuvieses los huevos suficiente. Total, solo eres un ingenuo. ¿Creías que íbamos a perdonar tu vida creyéndonos ese odio hacia tu padre? Zenón nos ha hecho daño, Cédric. Y si no nos dejas vengarnos, pagarás las consecuencias.
El rehén calló lo  que supuso tres segundos y, acto seguido, comenzó a reír de forma sardónica.
—¿Creéis que tengo la más ligera idea de dónde se encuentra ese capullo? Zenón dejó de ser mi padre hace unos años. Legere ya no es mi apellido. 
Demelza chasqueó la lengua y miró al que estuvo apunto de golpearlo.
—Cas, puedes hacer lo que te dé la gana.
El hombre sonrió de forma siniestra y agarró el brazo de Cédric. El joven intentó forcejear, pero fue imposible. Otros secuaces corrieron a agarrarle también. Lo único que alcanzó a ver el pelirrojo con total nitidez fue el brillo de un cuchillo de carnicero alzándose. ¿Sería capaz?
Lo fue. Cédric sintió cómo parte de su brazo se desgarraba hasta llegar al hueso, lo más difícil de cortar. Cas volvió a alzar el cuchillo y asestó otro golpe. Esta vez, parte del hueso se rompió,  junto a otro nervio. Los ojos del chico se llenaron de lágrimas mientras intentaba forcejear y apartar la vista de tal horrorosa escena, pero el dolor estaba ahí. Otro nuevo golpe. Fibra de su cuerpo se iba rompiendo célula por célula. Prefería morir antes que seguir sintiendo ese dolor.
Otro, y otro, y otro. El lugar se inundaba paulatinamente de un olor a sangre y putrefacción a medida que el pelirrojo sentía el dolor más intenso de toda su existencia. Más gritos condensaron el aire, pero ninguna súplica en ello; porque, aunque fuese ingenuo, era listo y sabía que cuanto más suplicase más dolor obtendría. Finalmente llegó el último golpe y con eso, parte de su brazo estuvo separada e inservible.
No pudo evitar echar una mano al muñón de carne que había quedado y volvió a gritar. Apenas podía ver los nervios debido a toda la espesa sangre que de ahí emanaba. Poco a poco comenzó a ver borroso, quizás por el mareo al sentir tanto dolor y perder tanta sangre o por las lágrimas. Escuchó las risas que se burlaban de él. Ya no había nada más.
Mientras iba perdiendo la conciencia, pudo contemplar cómo un grupo de aproximadamente siete personas entraban a bocajarro en la estancia. Vio a algunos de sus torturadores correr y otros ser golpeados por personas corpulentas y por fuerzas sobrenaturales, como un potente viento capaz de echarlos todos hacia atrás. Una figura menuda apareció y caminó con pasos de felino hacia Cédric. Con la poca luz del exterior, y cuando el extraño se puso a su altura, pudo contemplar dos ojos que conocía muy bien. Dos ojos como amatistas.
—¿Otra vez metiéndote en líos? Diría que amas que te salve el pellejo—agarró su mentón—. Vayamos al grano. Te he salvado la vida por… Ya he perdido la cuenta. Da igual. Quiero que me devuelvas el favor. Y no te preocupes por ese trozo de carne, volverás a tener tu brazo sano y salvo. 
Cédric ya comenzaba a ver aquella sonrisa felina y esos ojos violetas dobles y borrosos. Tenía ganas de vomitar, y la voz de ese hombre se hacía cada vez más baja.
—Reparte estas invitaciones y asiste a mi fiesta. Como faltes, lo lamentarás.
Colocó un sobre en uno de los bolsillos de Cédric y se apartó de él. Agitó la mano a modo de despedida y se marchó hacia la puerta. Mientras veía su espalda, la visión del pelirrojo fue interrumpida por un manto de oscuridad: la inconsciencia. 

Prefacio y Prólogo.

By : Haika

Prefacio. La omnisciencia (narrador)


Tener la certeza de que alguien existe, si es una verdad o una mentira, es un privilegio. Un privilegio que, sin embargo, yo no puedo tener. Soy la omnisciencia que solo ve y oye lo existente pero que, sin embargo, no es capaz de existir.
Hay una historia que hace eco en la memoria. Una historia que merece ser contada. Los dioses me han encomendado la tarea de llevar a cabo su narración. No sé qué tengo decir. No sé si tengo la capacidad de hablar o de pensar por mis propias fuerzas. No sé si este yo es solo un reflejo de todo lo existente. Solo sé que lo sé… Todo. Soy todo y nada.

Prólogo. Futuro


—Ah… El futuro. El futuro siempre acecha. Es el destino final del que ninguno puede escapar. Si es así, ¿por qué le tememos? Es algo inevitable. Claro que lo es. El hecho de que habrá algo más no puede cambiarse… Pero ese algo sí que puede. El futuro es inevitable, mas el destino no lo es.
» Veo… Veo sombras. Veo a los tres príncipes plateados escoltados por la verdad, el ángel y el ladrón. Oh, veo sombras. Veo demonios. Veo alas negras.
» Veo la nada y veo el todo. Esta historia empieza y termina aquí. Padre... Sálvame del futuro. Sálvame de mis ojos, por favor.

¡Versión 2. Caelum!

By : Haika
Sep, al fin vuelvo a publicar y esta historia tiene una segunda versión: Caelum. Pronto borraré las entradas anteriores en cuanto a Bluesandy, ¡pero aún podéis seguir leyendo! Si queréis saber más, ya sabéis, ¡seguid mi historia!

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